Estoy en Bulgaria, tal vez sea el viaje número 25 por decir una cifra, realmente no recuerdo cuantos he realizado a este país. Como siempre hay tiempos muertos en los viajes, y acababa de salir el libro #socialholic de los hermanos Polo, decidí comprarlo antes de emprender rumbo a un aprendizaje continuo.
Cuando estoy en este maravilloso y desconocido país tengo la sensación de hablar chino. Y no lo digo por la dificultada del idioma, que es un añadido por la diferencia del alfabeto cirílico y el latino. Comento cosas que para mi son básicas o tal vez mejor decir cotidianas en mi día a día laboral y a ellos les parecen incomprensibles. Me cuesta entender que lo que para mi es cotidiano para ellos es impenetrable.
Pero leyendo el libro he tenido una pequeña luz que explica mi extrañeza. Si en España para muchas personas el marketing en medios sociales es un mundo extraño, difícil de asimilar y tal vez incomprensible. Para mucha gente y empresas Twitter, Facebook por citar dos de los medios sociales más conocidos, no tienen sentido. Que sentido puede tener para un hotelero búlgaro el marketing hotelero si nunca lo ha empleado, ni ha tenido necesidad.
Hay otro factor que me ha abierto los ojos leyendo algunos de los capítulos del libro. Es el interés y necesidad de compartir y dar a conocer su país, sus peculiaridades, sus rasgos de identidad, en definitiva su naturaleza.
Son conscientes de sus debilidades, pero también saben que tienen muchas fortalezas y quieren comunicarlas al resto del mundo.
Juegan con la ventaja del hermano menor, que lo tiene todo por hacer, pero mucho camino recorrido por sus hermanos mayores.
Están apostando muy fuerte, y estoy seguro que en pocos años será muy interesante escuchar sus experiencias.
Estemos atentos a su evolución en cuanto al turismo de nieve, naturaleza, cultural, bienestar y de salud.
Me siento un privilegiado al pensar que contribuyo con mi granito de arena ayudando al cambio en la forma de comunicarse y en la transformación que se han embarcado.
Yo seguiré escuchándolos, no siempre en tendiéndoles, es complicadísimo el idioma búlgaro. Y si le añadimos que el movimiento de la cara para su aserción de las palabras “sí” o del “no” es la contraria a nosotros, no te cuento más. Pero me gusta mucho aprender de ellos y con ellos.